El óvalo Nicolás Arriola en La Victoria, se ha convertido en el espacio de acogida de decenas de personas que han perdido la esperanza de vivir. La miseria y la basura se convierten en sus constantes compañeras.
Antony cuenta que vive en ese lugar desde hace un año y cuatro meses. Ahora ya no siente los efectos de la droga que fuma día y noche. Los problemas familiares lo han alejado de todo y ahora solo vive para perderse del mundo que le rodea.
José Luis también vive en un infierno, sus únicos aliados para perderse del mundo han sido los estupefacientes. Cuando perdió a sus hijos y a su esposa no pudo luchar contra el dolor y poco a poco fue consumiéndose con las sustancias alucinógenas que aspira con su improvisada pipa.
La adicción ha convertido a estas y muchas personas más en seres que deambulan por la ciudad, redivivos que se han atascado entre la realidad y la alucinación. Algunos nunca se mueven y viven en el espejismo infernal que las drogas crean para ellos.