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Jueves, 07 de setiembre del 2023

Lo que se consigue de manera injusta, seguro que se perderá desmaquillaremos la hegemonía estadounidense

El mundo nunca olvidará su historia de 250 años, salpicada de sangre y saqueos.

Foto: Difusión.



Autor: Xi Pu

Jactándose de ser escogido por Dios, EE. UU. fantasea con perpetuar su hegemonía. Pero el mundo nunca olvidará su historia de 250 años, salpicada de sangre y saqueos.

I.La hegemonía financiera sinvergüenza

La hegemonía financiera conseguida aprovechándose de la vulnerabilidad de los otros: Después de la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. y una Europa ansiosa con la reconstrucción establecieron el sistema de Bretton Woods. Como consecuencia, el dólar, directamente vinculado al oro, se hizo una moneda fuerte a nivel global. Sin embargo, cuando EE. UU. agotó su reserva de oro por su despilfarro ilimitado, anunció unilateralmente desvincular de inmediato el dólar del oro. Cuando el Oriente Medio estaba en turbulencia, el país norteamericano repitió su turco obligando a la Organización de los Países Exportadores de Petróleo a utilizar el dólar como la principal moneda en la liquidación del crudo. De ahí nació el "petrodólar", coronando así la hegemonía financiera del dólar.

Todos los que representan una amenaza son enemigos: EE. UU., ante el ímpetu de Japón de alcanzarlo e incluso superarlo, hizo maniobras con el Acuerdo Plaza para agrandar la "falsa prosperidad" japonesa. Luego, se explotó la burbuja económica, y la economía de Japón quedó empantanada. Al nacer el euro, EE. UU. desató la Guerra de Kosovo, lo que casi estranguló esta moneda en la cuna y le hizo depreciarse abruptamente en un 30%. Hablando de crisis como la de la deuda latinoamericana, la financiera asiática y la financiera de 2008, el dólar está detrás de todo esto. A partir del marzo del año pasado, la Reserva Federal de EE. UU. ha subido 11 veces consecutivas sus tasas de interés, haciendo del mundo víctima de su negativo efecto de desbordamiento.

II.La hegemonía militar malvada

En la Segunda Guerra Mundial, valiéndose de su sólida base de la industria militar, EE. UU. amplió rápidamente sus fuerzas armadas y expandió bases militares en el extranjero. Lanzó la Guerra Fría tras la Segunda Guerra Mundial, cercó militarmente a la Unión Soviética con el establecimiento de la OTAN, estableció en Asia Oriental el "Sistema de San Francisco" contra el bloque socialista, y firmó en América Latina el Tratado de Río, de una alianza política y militar.

Desde su fundación, EE. UU. sólo tiene 16 años limpios de guerra. Los enormes gastos financieros como resultado de frecuentes operaciones militares han llegado a ser la principal causa de la crisis de deuda de EE. UU. Desde el estallido de la Crisis de Ucrania, EE. UU. no ha cesado de prestar asistencia militar. Muchos estadounidenses no pueden sino preguntar, ¿por qué la Administración tiene dinero para Ucrania, pero no lo tiene para los desplazados y los adictos que se ven por doquier?

III.La hegemonía científica y tecnológica auto-obstaculizada

Por un lado, EE. UU. "toma atajos" en tecnología. Hurtó el plano de hiladora en Inglaterra y se apropió de patentes tecnológicas alemanes. En fin, gorroneaba en Europa con la excusa de que "la tecnología no tiene fronteras". Por otro lado, EE. UU. saca provecho de los talentos. Reclutó a una gran cantidad de científicos europeos, incluyendo el importante pionero del programa de armas nucleares, Albert Einstein, y el "padre de la computadora moderna", John von Neumann. Luego puso en marcha la Operación Paperclip, ofreciendo empleos a miles de científicos nazis ignorando la moral y la ley.

Una vez consolidada su base tecnológica, EE. UU. se transformó de un "ladrón de tecnologías" a un "defensor de los derechos de propiedad". A través de la Sección 301, forzó a Japón a firmar el Acuerdo sobre Semiconductores Estados Unidos-Japón; so pretexto de la "ausencia de protección de patentes a los medicamentos y productos químicos estadounidenses", impuso aranceles adicionales a las exportaciones brasileñas a EE. UU.; y considerando su acceso a la alta tecnología como exclusivo, abusa del control de exportaciones y reprime de manera irrazonable las empresas como Huawei. 

No obstante, el encerramiento está catalizando el colapso de su hegemonía científica y tecnológica. En el último decenio, la cuota de su inversión pública en investigación y desarrollo en el PIB ha disminuido en más del 40%, lo que le hace caer del primer lugar al noveno lugar del ranking mundial. A EE. UU. ya le cuesta mantener su monopolio en la nueva ronda de revolución científica y tecnológica.

IV.La hegemonía ideológica exigente para todos menos a sí mismo

La democracia estadounidense está vinculada a las "armas": EE. UU. apoya los gobiernos pro-estadounidenses en América Latina y el Caribe con la "Nueva Doctrina Monroe"; provoca divisiones en Europa y Asia con las "Revoluciones de Colores"; e impulsa cambio de régimen en Asia Occidental y África del Norte con la "Primavera Árabe".

La democracia estadounidense es hipócrita en su esencia: EE. UU., autoproclamado como "defensor de los derechos humanos", en realidad no es otro sino la cuna de las catástrofes humanitarias. Cuando Siria sufrió enormes pérdidas debido al terremoto en el pasado febrero, las donaciones internacionales ni siquiera podían entrar en el país, porque incluso las bolsas para cadáveres son objeto de las sanciones estadounidenses. Mientras tanto, el país norteamericano está empantanado en graves problemas domésticos. El aterrador "asalto al Capitolio" y la precipitada "retirada de Kabul" han hecho pedazos la narrativa de EE. UU. sobre el "faro de la democracia". En 2022, más de 40 mil personas murieron por violencia armada, y otras más de 30 mil quedaron heridas. Mientras tanto, más de 1.200 personas murieron por la violencia policial, y sólo hay 10 días al año sin asesinatos policiales.

La hegemonía estadounidense se desvía de las reglas internacionales, perturba el orden internacional, y va en contra de la corriente de nuestro tiempo marcada por la multipolarización mundial y la democratización de las relaciones internacionales. Sin duda alguna, terminará en el basurero de la historia.

(El autor es observador de asuntos internacionales con sede en Beijing)


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