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Hace un mes

¿Por qué nos besamos? La sorprendente teoría que relaciona el beso con el vello corporal

El beso, ese gesto de amor y afecto, podría tener un origen menos romántico y más pragmático: la higiene ancestral.




Aunque el beso es visto como el epítome del amor en películas y libros, una nueva teoría sugiere que su origen podría estar ligado a un acto de higiene entre nuestros antepasados. Según el investigador Adriano R. Lameira, de la Universidad de Warwick, este gesto podría ser un vestigio evolutivo relacionado con el acicalamiento para eliminar parásitos en tiempos donde el vello corporal abundaba en los humanos.

LA “HIPÓTESIS DEL BESO FINAL DEL ACICALADOR”

La teoría de Lameira, denominada la “hipótesis del beso final del acicalador”, propone que el beso actual es un residuo de un acto de limpieza entre primates. El investigador explica que los grandes simios, al terminar de acicalarse, realizan un movimiento final en el que presionan sus labios y succionan ligeramente para limpiar el pelaje de sus compañeros. A medida que los humanos evolucionaron y perdieron la mayoría de su pelaje, este gesto habría perdido su función original, pero persistió como una señal social, transformándose en el beso que conocemos hoy.

Antes de esta teoría, se consideraban otros posibles orígenes para el beso, como el vínculo creado en la lactancia materna o la alimentación de bebés con comida premasticada. Sin embargo, Lameira argumenta que ninguna de estas explicaciones ofrece una visión completa del contexto social y funcional que hoy tiene el beso en la cultura humana.

¿INSTINTO O CONSTRUCCIÓN CULTURAL?

A pesar de lo intrigante de esta hipótesis, es importante notar que el beso no es universal en todas las culturas. Según un estudio publicado en American Anthropologist, solo el 46% de las culturas en el mundo incluye el beso romántico como práctica habitual. En ciertas comunidades indígenas, por ejemplo, el beso se considera poco agradable, lo cual sugiere que podría tratarse de una construcción cultural más que de un instinto.

Otros primates no simios también tienen rituales de afecto que distan del beso. Los monos capuchinos, por ejemplo, muestran apego al introducir los dedos en las fosas nasales o en los ojos de sus compañeros, un comportamiento que cumple una función de vínculo social en su grupo, aunque nos resulte extraño.

GESTO DE AMOR CON RAÍCES EVOLUTIVAS

La teoría de Lameira abre un camino para futuras investigaciones sobre la evolución del beso en los seres humanos. Comparar el comportamiento de acicalamiento entre diferentes especies de simios, en especial aquellos con densidades de pelaje diversas, podría ofrecer nuevas pistas sobre cómo surgió este gesto. Aunque aún falta evidencia que respalde completamente la “hipótesis del beso final del acicalador”, plantea una visión fascinante de cómo un simple acto de higiene podría haber evolucionado hasta convertirse en un símbolo de amor en nuestra cultura.


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