El ser humano está regido por las contradicciones. Y aunque el avance de la ciencia y la tecnología parezcan acercarnos a la perfección, tal parece que siempre, al final, la suma de todo lo obtenido nos dará el mismo resultado.
Suena un poco pesimista, pero no es para menos si tomamos en cuenta un artículo publicado por Nacho Palou, del portal Microsiervos, publicado esta semana, donde advierte una contradicción tan grande como para cuestionar el futuro mismo de nuestra especie.
“Mi recomendador de contenidos ya ha captado la ironía del ser humano, y hoy me sirve casi seguidos estos dos artículos”, cuenta. El primero se titula: ‘La inmortalidad tiene fecha: 2050’, y cita a Ray Kurzweil, experto en Ciencias de la Computación y en Inteligencia Artificial, además de director de ingeniería en Google.
Kurzweil ha señalado con fría precisión la fecha en la que el ser humano (según él), alcanzará uno de sus más grandes anhelos: entre las próximas décadas de los años cuarenta y los cincuenta. “Para todos aquellos incrédulos, sus predicciones cuentan con un 86% de aciertos”, se lee.
Es entonces cuando el segundo artículo ensombrece todo lo antes visto: ‘Digamos adiós a la Tierra: hemos superado los niveles CO2 en la atmósfera y tal vez no haya vuelta atrás’. Esto es categórico y señala que la semana pasada se superó el temido umbral de 400 partes por millón de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre.
“Desde hace varios años, la comunidad científica nos ha estado advirtiendo de que si se permitía que el volumen de dióxido de carbono superara las 400 partes por millón, se alcanzaría un punto de inflexión de graves consecuencias”, dice la nota.
“El Ártico fue la primera región de la Tierra en cruzar la línea roja en 2012. Tres años después, y por primera vez desde que se empezaran a realizar mediciones, los niveles de dióxido de carbono se mantuvieron por encima de las 400 partes por millón durante todo un mes”, añade.
“Así que por una lado mantenemos una «titánica luchas contra las enfermedades» a la vez que nos zancadilleamos a nosotros mismos con una épica «carrera hacia el fin del mundo.»”, escribe Palou, quien destaca además que se sospecha “que hay una relación directa entre la deforestación y la destrucción del entorno y el creciente número de enfermedades infecciosas”, citando un artículo de The Guardian.
Sin duda, hechos para reflexionar que no nos dejan nada claro (o tal vez sí, aunque preferimos negarlo) sobre hacia dónde nos estamos dirigiendo.