En un nuevo giro en el caso que involucra al exasesor del Congreso Jorge Torres Saravia, se ha revelado que al menos dos departamentos alquilados bajo la modalidad de Airbnb habrían sido utilizados como los búnkers donde se organizaban fiestas clandestinas.
FIESTAS CLANDESTINAS
Estos eventos, en los que participaban altos funcionarios del Parlamento, también contaban con la presencia de jóvenes contratadas para ocupar cargos de fachada dentro de la institución.
Según el periodista Bruno Amoretti, investigador del semanario Hildebrandt en sus 13, estas reuniones no solo eran ocasiones para socializar, sino que también servían como una forma de atraer a chicas jóvenes al Congreso, donde posteriormente eran empleadas, muchas veces sin experiencia o con credenciales cuestionables.
Las fiestas, algunas de ellas grabadas por el propio Torres Saravia, eran compartidas luego a través de WhatsApp entre su círculo más cercano, incluidos funcionarios de alto rango. Una de las jóvenes involucradas en este entramado es Alexandra Gil, una abogada de 26 años que ingresó al despacho de Torres Saravia en abril de este año.
Según fuentes cercanas, Gil conoció a Torres Saravia en una de estas fiestas. Gil, al verse implicada en el escándalo, se ha manifestado públicamente, asegurando que no tuvo participación en una "supuesta red" y que colaborará con la Fiscalía.
Otro nombre que ha salido a la luz es el de Isabel Cajo, quien, a pesar de no ser bachiller, consiguió un puesto en el área legal del despacho de Torres Saravia. Cajo, según la investigación del periodista Luis Alberto Gutiérrez, fue contactada por la fallecida Andrea Vidal para ocupar este puesto.
