El 12 de septiembre de 1992 se convirtió en una fecha icónica para el Perú, marcando un punto de inflexión en la guerra contra Sendero Luminoso con la captura de su líder, Abimael Guzmán.
Esta operación, denominada "Operación Victoria", fue llevada a cabo por el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) y no solo simbolizó un golpe devastador para el grupo terrorista, sino que también demostró la efectividad de las estrategias de inteligencia aplicadas por las autoridades peruanas.
El éxito de la "Operación Victoria" se debió en gran medida a la meticulosa planificación y ejecución por parte del GEIN. Bajo la dirección de Benedicto Jiménez, la unidad especializada pudo aprovechar la información crucial proporcionada por Luis Alberto Arana Franco, conocido como “Sotil”.
Esta información condujo al GEIN a "El Castillo", una residencia en la Urbanización Los Sauces, Surquillo, que servía de escondite para Guzmán y otros miembros del grupo. A través de vigilancia intensiva y la instalación de dispositivos de escucha, el equipo logró confirmar la presencia de Guzmán y planificar su captura.
El 12 de septiembre, tras intensos preparativos y con la ayuda de tecnología de vigilancia, el GEIN ejecutó la operación que llevaría a la captura de Guzmán y varios miembros de su círculo cercano, incluidos Elena Iparraguirre y Maritza Garrido Lecca. La operación destacó por su precisión y por la falta de resistencia significativa por parte de los capturados, lo que permitió una intervención eficiente y segura.
IMPACTO DE LA CAPTURA
La captura de Guzmán no solo debilitó a Sendero Luminoso, sino que también proporcionó valiosa información a través de los documentos y efectos personales incautados durante la operación. Estos hallazgos ofrecieron un profundo entendimiento sobre las operaciones y estructura de la organización terrorista, facilitando acciones futuras contra sus remanentes.
La conclusión de este capítulo crítico en la historia del Perú llegó con la condena a cadena perpetua de Guzmán el 7 de octubre del mismo año, en un juicio sin precedentes con jueces sin rostro para proteger su identidad. Este evento no solo cerró un período de violencia, sino que también reafirmó el compromiso del país con la justicia y la paz, marcando el principio del fin para una de las amenazas terroristas más duras de América Latina.