Así como la cultura japonesa difiere diametralmente de las expresiones occidentales, su concepto de la belleza y la moda también son algo digno de mención. Si ya de por sí algunos usos y costumbres del país del sol naciente los encontramos excéntricos y hasta extraños ¿Qué podemos decir de esto?
Una ‘muñeca’ viviente recorre las calles llamando la atención de todos. Bajo sus ropas pomposas y adornadas al estilo de las antiguas figuras de porcelana se distingue una figura humana, pese a que los codos, rodillas y dedos han sido disfrazados para asemejar las articulaciones de un maniquí.
Sin embargo, lo que atrapa la vista como un contraste abrupto es la rígida máscara de aspecto cerámico y bien maquillada según la pauta, con rasgos diminutos y ojos enormes de los que se desprenden sendas pestañas. La máscara está coronada por una peluca de corte infantil.
El atuendo lo completa el infaltable lazo katyusha con blondas holgadas según el estilo de las antiguas sirvientas. Se llama Lulu Hashimoto y, más que una criatura inquietante y majestuosa, se trata de una tendencia de la moda en Tokio.
Sus orígenes pueden sonar aún más raros, pero Lulu nació del anhelo de una mujer por la belleza: su creadora, Hitomi Komaki, lo explica: “Siempre me han gustado las muñecas y para mí, son el paradigma de la belleza”.
Aunque disfrazarse es un forma popular de arte en Japón, la obra de Komaki está a otro nivel por constar de un traje entero que permite la movilidad de un ser humano con la apariencia de una muñeca. Solo hay un traje de Lulu.
Bailarines, diseñadores y modelos ya se han colocado en su piel, pero su identidad es un secreto. Y es que ella tal vez no es una persona real, pero sí que está viva. Sin duda alguna, haría falta cambiarle el traje occidental a nuestra mente para entenderlo.